La industria de la localidad ha visto a lo largo de los tiempos modificar la fisonomía de la propia ciudad tosiriana, adecuándose los puestos de trabajo, las industrias y las labores cotidianas a cada uno de los momentos históricos por los que la ciudad ha pasado. Sin remontarnos demasiado en la Historia, podemos comprobar como Torredonjimeno, al igual que toda la comarca, se encontraba dedicada por completo al cultivo de cereales, viñedos, y productos hortofrutícolas, siendo sus frutos de excelente calidad, como así lo atestiguan diversos documentos que hablan de las excelencias de nuestros frutos, como D. Miguel de Cervantes cuando alaba las judías de Torre Venzalá, o el P. Francisco Delicado, y así una larga obra de autores y obras. Durante el siglo XVI, (1581), son los cereales lo más importante en la agricultura local, mientras que el olivar, como producción extensiva, tal y como hoy la conocemos, era prácticamente inusual, dedicándose sólo una pequeña porción de las tierras de labor a éste cultivo, y destinándose mayoritariamente al uso doméstico o a la iluminación mediante lucernas de aceite. El vino, que de estas tierras se extraía, era así mismo de excelente calidad.
Teniendo estas premisas en cuenta, no es de extrañar que el paisaje del término municipal, se encontrase notablemente modificado, conforme hoy lo conocemos. Los olivos son algo más novedoso, y la indiustria aceitera, más reciente. Será durante el siglo XIX, aprovechando la desamortización que realizó el gobierno de Álvarez Méndez, más conocido en la historia como Mendizabal, cuando se empieza a destinar las tierras que antes eran comunales, al cultivo del olivar de secano, convirtiéndose así durante los siglos XX, y el XXI, el paisaje típico de los pueblos jienneses.
De aquellas épocas en las que Torredonjimeno vivía inmerso en la recolección del cereal, quedan vestigios en lo que son los "molinos harineros", fortificaciones en piedra, que seguían el cauce del río Cubo, a su paso por la villa, y aprovechando la fuerza hidráulica para moler los granos. "El Molino del Cubo", o el desaparecido "Molino del Puente", el "Molino de los Santos", o el "Molino del Fraile", son construcciones que hacen alusión a esa importancia antigua de la harina y el cereal en el término de la localidad.
El "Molino del Cubo", es el más grande de los que se conservan, (se pueden observar sus restos en nuestros días), aunque en un estado lamentable de conservación, que atestigua el expolio al que se ha visto sometido durante todas las épocas, y seriamente amenazado con desaparecer, con todo lo que ello supondría como pérdida irreparable para el patrimonio tosiriano y provincial, ya que es uno de los pocos vestigios que quedan de molino fortificado, estructura civil pero defensiva, llevada a cabo por la Órden Militar de Calatrava en el siglo XV.
El nombre de Molino del Cubo, viene ha hacer alusión a la forma de moler el cereal que tiene dicha fábrica, ya que el agua del río, es llevada mediante un canal de derivación hasta la parte superior del molino, dejándola caer a un pozo o cubo, desde allí, al precipitarse a mayor altura, movía las palas inferiores que hacían girar las muelas de molino.
Construido en sillarejo, sorprende todavía de su fisonomía la solidez del conjunto, así como las aspilleras o saeteras defensivas que se observan en uno de los laterales. El conjunto consta de dos plantas, y es de forma rectangular. En la parte inferior se encontraban las muelas y en la superior, una estancia bastante holgada a la que se accede mediante una escalera de caracol, hoy en un lamentable estado y casi destruida en su totalidad. En la fachada principal, la puerta de acceso se encuentra construida sobre arco de medio punto, y encima de ella, un letrero o cartela sobre piedra con caracteres góticos muestra una leyenda, difícil de leer en la actualidad, debido al deterioro que ha sufrido con el paso de los años por la vegetación y los musgos.
En la estancia superior, dos ventanas adinteladas aportan luz a una espaciosa estancia. Por la escalera de caracol, se llega a una segunda abertura la cual servía para cargar carros con cereal o harina ya molida, manteniéndose así fuera de los roedores y de la humedad, y como no, de los amigos de lo ajeno.
Las disputas que su propiedad han suscitado a lo largo de la historia son muchas, ya que está construido en uno de los límites del término municipal, justo donde confluyen otros dos términos, el de Martos y el de Jamilena. En algunas ocasiones se lo han atribuido los naturales de estos municipios sin ninguna base sólida, ni en la tradición ni en la división de términos. Lo cierto es que está dentro de lo que es el término municipal tosiriano, pero es visitado por marteños, tosirianos o jamilenudos, indistintamente, en las numerosas excursiones que se realizan a sus alrededores para disfrutar del paisaje.
Siguiendo el cauce del río, y ya más próxima a la localidad, otras construcciones similares jalonaban el cauce, modificando la fisonomía del río, y dándonos una muestra de lo que este cultivo debía de suponer en la comarca.
Hoy por hoy, ya casi no se cultiva en nuestro término cereales, siendo sustituido casi al cien por cien por el olivar de secano. El trigo, cebada, viñedos y productos de la huerta, productos tan afamados en otros siglos, han pasado a un segundo plano, con el riesgo que conlleva el obligar a una provincia como la de Jaén y una población eminentemente agrícola, como Torredonjimeno, a subsistir de un cultivo de forma extensiva.